Gabriel García Márquez: crónica del periodismo mágico
Hace unos días que he terminado de leer “El amor en tiempos del cólera”, de Gabriel García Márquez. Es la excusa perfecta para hablar del Nobel colombiano, lo que no me atrevía a hacer hasta haber leído esa novela, que ocupa un lugar preeminente entre sus obras.
Además, confieso que necesitaba un contrapunto a “Cien años de soledad”. Si tengo una relación pasional con algún libro, es con éste; si no lo hubiera leído en mi adolescencia, si algunos años más tarde otros libros no hubieran complementado aquella lectura (los cuentos de Cortázar, las obras completas de Borges, algunas novelas de Muñoz Molina) mi relación con la literatura sería (imagino) bien distinta. Por eso, por lo apegado que lo tengo a la víscera, me resulta muy difícil analizar “Cien años de soledad” de un modo sereno, y por ello, ponderar la figura de su autor.
Quizá la clave la dio el editor y poeta catalán Carlos Barral cuando dijo que García Márquez era un narrador oral del Norte de África. Lo cuenta Juancho Armas Marcelo en su libro “Vargas Llosa: el vicio de escribir”. No sé hasta qué punto es exacta la anécdota, pero más allá de lo que tiene de boutade (que Armas Marcelo interpreta en su libro como menoscabo del colombiano respecto del peruano) la definición es estupenda; es probable que Barral imaginara a Gabo como un narrador ciego en la Plaza Jamaa el Fna de Marrakech, rodeado por un círculo de oyentes alucinados entre la marabunta de aguadores, encantadores de serpientes y comedores de alacranes.
Y es que la principal característica de García Márquez es la reinterpretación de la realidad en términos casi mitológicos; sin que el lector lo note, es capaz de mudar la piel, desde la del cronista honesto a la del profeta iluminado que salmodia al dictado de un dios antiguo.
Por eso creo que le debe tanto al oficio de periodista que ejerció durante algunos años. Más allá de sus deudas literarias (evidentes las de Faulkner y Rulfo), García Márquez se curtió en la crónica periodística, en la narración verosímil sostenida por la precisión de los detalles. Sólo tuvo que leer la historia de Iberoamérica, escrita con sangre y barro durante siglos, y dotarla de consistencia literaria. La superstición, la fatalidad del destino y, en resumen, el realismo mágico, emergieron solos.
Y así construyó una de las literaturas más personales del Siglo XX, donde el mito sólo es una extensión natural del individuo, como si fuera su propia sombra. Mi terna: “Cien años de soledad”, “El amor en tiempos del cólera” y “Crónica de una muerte anunciada” (se admiten otras).
Os dejo el link en el que podréis escuchar el discurso de Gabo al recibir el Nobel. Dieciocho minutos imprescindibles.
http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1982/marquez-lecture.html
Y en este link podréis repasar el cine de Bergman (también imprescindible).
http://eldormitoriodemaud.blogspot.com/2007/07/ingmar-bergman-1918-2007-se-acabaron.html
Además, confieso que necesitaba un contrapunto a “Cien años de soledad”. Si tengo una relación pasional con algún libro, es con éste; si no lo hubiera leído en mi adolescencia, si algunos años más tarde otros libros no hubieran complementado aquella lectura (los cuentos de Cortázar, las obras completas de Borges, algunas novelas de Muñoz Molina) mi relación con la literatura sería (imagino) bien distinta. Por eso, por lo apegado que lo tengo a la víscera, me resulta muy difícil analizar “Cien años de soledad” de un modo sereno, y por ello, ponderar la figura de su autor.
Quizá la clave la dio el editor y poeta catalán Carlos Barral cuando dijo que García Márquez era un narrador oral del Norte de África. Lo cuenta Juancho Armas Marcelo en su libro “Vargas Llosa: el vicio de escribir”. No sé hasta qué punto es exacta la anécdota, pero más allá de lo que tiene de boutade (que Armas Marcelo interpreta en su libro como menoscabo del colombiano respecto del peruano) la definición es estupenda; es probable que Barral imaginara a Gabo como un narrador ciego en la Plaza Jamaa el Fna de Marrakech, rodeado por un círculo de oyentes alucinados entre la marabunta de aguadores, encantadores de serpientes y comedores de alacranes.
Y es que la principal característica de García Márquez es la reinterpretación de la realidad en términos casi mitológicos; sin que el lector lo note, es capaz de mudar la piel, desde la del cronista honesto a la del profeta iluminado que salmodia al dictado de un dios antiguo.
Por eso creo que le debe tanto al oficio de periodista que ejerció durante algunos años. Más allá de sus deudas literarias (evidentes las de Faulkner y Rulfo), García Márquez se curtió en la crónica periodística, en la narración verosímil sostenida por la precisión de los detalles. Sólo tuvo que leer la historia de Iberoamérica, escrita con sangre y barro durante siglos, y dotarla de consistencia literaria. La superstición, la fatalidad del destino y, en resumen, el realismo mágico, emergieron solos.
Y así construyó una de las literaturas más personales del Siglo XX, donde el mito sólo es una extensión natural del individuo, como si fuera su propia sombra. Mi terna: “Cien años de soledad”, “El amor en tiempos del cólera” y “Crónica de una muerte anunciada” (se admiten otras).
Os dejo el link en el que podréis escuchar el discurso de Gabo al recibir el Nobel. Dieciocho minutos imprescindibles.
http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1982/marquez-lecture.html
Y en este link podréis repasar el cine de Bergman (también imprescindible).
http://eldormitoriodemaud.blogspot.com/2007/07/ingmar-bergman-1918-2007-se-acabaron.html
Etiquetas: Carlos Barral, Cien años de soledad, El amor en tiempos del cólera, Faulkner, García Márquez, Iberoamérica, Rulfo, Vargas Llosa