El placer de la lucidez
Un hombre viaja al otro extremo del planeta para evitar las consecuencias de su propia infidelidad. La coartada que lo empuja es un vago proyecto académico sobre las causas de la pobreza en el tercer mundo. Aún hay un tercer motivo para el viaje. El hombre se confiesa inquieto por su tránsito de la segunda a la tercera edad, pues está a punto de cumplir sesenta años. Falta por decir que el hombre es Antonio Escohotado, filósofo en el sentido etimológico del término, pensador autónomo y profesor vocacional, siempre dispuesto a enseñar al que quiera leerle/escucharle y que el libro se titula Sesenta semanas en el trópico (publicado por Anagrama, editorial que merece artículo propio en este cuaderno.)
Ya advierte la solapa que esta es la primera y tal vez única incursión de su autor en el terreno narrativo. De confirmarse sería una verdadera lástima, pues Escohotado tiene el don de la narrativa intuitiva; a ella se suma la curiosidad por el conocimiento que le mueve y mediante la cual estimula al lector. Y es que Escohotado lo mismo departe sobre Hume, que bucea en la botánica tropical o asesora sobre la práctica de la natación en el mar.
Otra cosa es que uno tenga que coincidir necesariamente con todas sus opiniones; en cuanto uno se descuida el filósofo madrileño escora hacia un librecambismo despiadado confiando en que el mercado se autorregule, como si las leyes de la economía fueran tan inviolables como las de la termodinámica. Así que el placer se multiplica al tener que leer siempre alerta para discrepar cuando convenga; desde luego se aprende más discrepando de los inteligentes que coincidiendo con los necios.
En cualquier caso, lo que hace único a Escohotado es que su pensamiento se basa en la inducción, es decir, sus posiciones se erigen partiendo de los hechos y remontando el sendero de la lógica, sin caer en la estafa moral que supone utilizar la erudición para justificar lo que uno ya pensaba previamente. Quien quiera comprobarlo no tiene más que acompañarle rumbo a Bangkok. El arrebato inicial de sinceridad hace que el lector sólo quiera sentarse a su lado y, sin prisa alguna, mecido por la voz honesta y sosegada por el tabaco, escuchar.
(En la foto, el filósofo madrileño Antonio Escohotado. En los comentarios dejo las primeras líneas del libro; tal vez así alguien se deje enganchar por la lectura. Para ampliar información se puede acudir a su extraordinaria página web: http://www.escohotado.org/)
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