Los viajes y la nostalgia
En Las ciudades invisibles, la fabulosa geografía apócrifa de Calvino, Marco Polo y el Kublai Khan indagan en los motivos que han hecho al primero alejarse de su patria chica. Marco Polo explica que cada ciudad que atraviesa le devuelve un pedazo de memoria que había perdido; que cuando explora ciudadelas inexpugnables y palacios remotos no hace otra cosa que recuperar la plazuela veneciana en la que jugaba de niño. Finalmente, el Kublai Khan comprende. “¡Entonces el tuyo es un viaje en la memoria!”, le dice; “¡Has venido tan lejos para librarte de tu carga de nostalgia!”.
Quizá el Marco Polo de Calvino se sorprendiera ante la certera deducción de su interlocutor. El viajero tiene siempre algo de misterioso, casi de visionario. Y sin embargo el Kublai Khan descubre que el mecanismo que lo impulsa es bien simple, como si fuera una catapulta que carga la nostalgia y aleja el viajero de su casa cada vez que regresa a ella.
Siempre que salgo de viaje escucho a mi alrededor el mismo tipo de comentarios: “Qué suerte”, “Qué envidia”, “Qué bien te lo montas”. Provienen de los que no suelen viajar, de los que se quedan en sus casas (casi siempre, y en contra de lo que les gusta creer, porque así lo desean).
Vivir como uno elige es un enorme privilegio, desde luego, ya sea con viajes o sin ellos. Cada uno gestiona sus recursos como mejor quiere o puede y nada hay de malo en ello. Sin embargo, siento que esas personas que envidian mi suerte (o creen que lo hacen) nada saben de los problemas que arrostra el que viaja. Ellos jamás piensan en las jornadas de más de veinticuatro horas y en el agotamiento que provocan, ni en el mareo inevitable de los autobuses que rebotan sobre carreteras irregulares, ni en las diarreas que uno sufre en retretes oxidados, ni en las jornadas extenuantes en las que uno camina sin rumbo en ciudades enormes y extrañas a más de treinta grados. No creo que nadie envidie eso. A todo el mundo le gustan, eso sí, las fotos, las anécdotas y la experiencia exótica de haberse alejado un poco de casa.
Y sin embargo, a pesar de todo, vuelvo a salir de viaje una y otra vez. Hay varios motivos para ello. Supongo que en esos momentos en los que estoy lejos considero que estoy donde debería estar, como si escapara de algún destino inexorable que me acecha cuando estoy cómodamente en mi ciudad. Siento que los días no pasan en balde y que los esfuerzos no son en vano. Y además tengo la impresión de hacerlo más o menos bien, cuando es hecho probado que en mi vida ordinaria (la occidental civilizada) tiendo a ser vago y chapucero.
Pero tal vez, igual que le ocurre al Marco Polo de Calvino, sea una nostalgia inevitable y de origen desconocido la que me impulsa a moverme. Y es que el que viaja se comporta como un imán de polaridad cambiante al que la patria atrae cuando está lejos y repele en cuanto se regresa a ella, como si Marco Polo y el Kublai Khan convivieran en el interior de uno mismo.
(Un nostálgico cualquiera paseando por las destartaladas calles de Jaipur.)
Etiquetas: Italo Calvino, Jaipur, viajes
8 Comments:
Hola,buscando blog de interes llegue al tuyo, soy de argentina, y soy apasionada de los viajes..escribes de una manera interesamte...
Hola Ga, si lo que has escrito es sermonear, que todos lo sermones sean así. No es necesario que diga que estoy plenamente de acuerdo contigo. La idea del viaje-nostalgia planeaba dentro de mi aunque no lo habria expresado nunca de forma tan aguda. Ratifico pues lo que ha dicho nuestra amiga Daniela.
Cuando pienso en el por qué de lo que hacemos, sobre todo si no está teñido con el barniz del pragmatismo, recuerdo la respuesta del viejo Messner cuando le preguntaron por qué escalar montañas: " porque están ahí", dijo.
Porque están ahí. El mundo está ahí. Miro una fotografia del Kilimanjaro, del Aconcagua, del desierto del Namib, del Amazonas, del Uluru...entonces crece dentro de mí un impulso irrefrenable de estar entre, ser allí, ser dentro, tal vez solo ser.
El problema surge cuando uno se mezcla con él y cuando regresa siente que le han amputado un miembro, que ha abandonado algo allá, despues, perdido o tal vez solo ligeramente desorientado intento saber quién soy aquí, quien fue el Iván del otro lado del oceano y por qué no transcurre un solo día sin que recuerde algo de México.
Yo tambien he oido comentarios de personas, me han dicho que suerte, aunque a veces piensen lo contrario, que envidia, a pesar de que no la sientan en absoluto. En el fondo no lo desean, tienes razón Ga.
Viajar es abrir la puerta, dejarla abierta el tiempo suficiente para que la curiosidad nos invada, y entonces moverse, alejarse...
Viajar es buscar, quizás la forma más hermosa, viajar es soñar, viajar es cambiar, viajar es sorprenderse, ensuciarse, sudar, sufrir, reir, llorar. Viajar es regresar con un nudo en la garganta, con una ligera sensación de vacio que provoca vértigo, sin saber que pensar, todavia aturdido por el sindrome de abstinencia de esa droga maravillosa, con la impotencia de no poder expresar, de ser incapaz de aprehender todo lo que nuestras retinas han visto.
Sí, viajar es todo lo que Gabriel e Iván han apuntado tan certeramente. Y VIAJAR es querer volver. Estando en "casa" sólo queremos irnos, y no apreciamos la monotonía de la rutina, a veces necesaria. Lléndonos vivimos más intensamente pero en pequeñas dosis, para disfrutarlo más y para querer volver a lo conocido, sólo el tiempo necesario para hartarse de nuevo y volver a marchar. Un viaje continuo en el tiempo no sería tal, sería una vida pero no un viaje. El viaje ha de ser interrumpido con la vuelta a "casa" para poder tener su razón de ser. Tal vez sólo con las penurias de cada viaje auténtico seamos capaces de ver qué cosas de nuestra aburrida vida diaria necesitamos más de lo que creíamos.
O tal vez no.
Vaya, me doy un momento la vuelta y veo que se me llenan las mesas de esté "Cafetín de Trieste". Qué alegría.
Daniela, esta es tu casa, vuelve siempre que quieras.
En cuanto a mis anónimos (¿as?), veo que arrastran también un nostálgico corazón de viajeros, así que poco más hay que decir; tal vez sólo reafirmarnos en esa necesidad de movimiento y en ese consuelo de que en el movimiento hay algo de analgésico para los dolores de la existencia. Y es que, en contra de lo que se suele pensar, la nostalgia es incompatible con el dolor.
Besos, salud y buenos viajes y lecturas.
Gabriel
Yo en una vida anterior debí ser princesa maya. ¿Cómo si no se explica que sienta nostalgia por un lugar en el que nunca he estado?
Hola Ga!
No sabes lo indetificada que me he sentido con tu forma de ver los viajes y la nostalgia que provocan. Y también con la de Iván. No podíais describir de mejor forma lo que yo también siento cuando preparo un viaje, disfruto de él y regreso a la rutina.
Besotes y a pensar en el próximo viaje...
Bea
Hola, Sole y Bea:
Gracias por asomaros una vez más por aquí.
Bea, espero compartir contigo alguno de esos póximos viajes de los que hablas. A ver si coincidimos.
Sole, ya sabes que dice Sabina que "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió." No sé si lleva razón, pero esas nostalgias de las cosas que no han ocurrido a mí también me pesan en el alma con bastante frecuencia.
Besos, mis nostálgicas.
Ga
Del 10 al 20 de abril del próximo año,estás invitado a un viaje (como las 20000 legüas de viaje subnormal de Trueba) por las lejanas tierras del Báltico (tallin y Helsinki) para caer sobre ellas como una plaga bíblica y no dejar títere con cabeza...por que no hay mayor deshonra para los herederos de las montañas que el dejar que la cobardia nos asole..el guante está lanzado.
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