Letras después de la bomba
El filósofo alemán Theodor Adorno se preguntaba si era posible escribir poesía después de Auschwitz. Es cierto que más tarde matizó la pregunta y que atribuyó el revuelo a interpretaciones deficientes, pero eso ya era lo de menos. La cuestión quedó flotando como espada de Damocles sobre las gargantas de la intelectualidad europea.
Por supuesto, el problema es puro pasatiempo intelectual. Si vamos a ello, ya sabíamos que no se podía escribir después de, por ejemplo, Cervantes o Rimbaud. El primero ridiculiza todo novelista anterior y posterior y el segundo demuestra que quien se acerca demasiado a la poesía (pero de verdad) se abrasa y/o se estampa contra el suelo como un Ícaro iluminado.
Pero si vamos a lo práctico, el novelista japonés Kezaburo Oé demostró que sí se podía escribir después de Hiroshima. Es decir, no escribir obviando lo que había ocurrido en Hiroshima, sino hacerlo desde la nueva perspectiva que ofrecía la realidad. Así Oé propone una sociedad expresionista, donde desnuda la individualidad de dentro a fuera hasta confundirla con la conciencia colectiva de la derrota.
Ya había dado pistas con sus dos primeras novelas, La presa y Arrancad las semillas, fusilad a los niños. La presa es una novela corta de impecable ejecución formal que narra lo que sucede en una aldea tras la captura de un piloto negro; En Arrancad las semillas Oé vuelve a utilizar a la infancia como modelo de la sociedad adulta mediante la huida imposible de los adolescentes de un reformatorio.
En 1963 su perspectiva vital se ve alterada al ser padre de un niño con retraso mental. La catarsis literaria se hace patente en Una cuestión personal. Oé indaga en su interior como un Dostoyevski rabioso. Seguramente Oé, que se ha doctorado con una tesis sobre Sartre, piense en algún momento que en París el existencialismo no es más que un mero juego de café de charla ebria y sexo rápido y banal, mientras que el Japón de posguerra es un país humillado y atormentado en el que sólo queda la deriva nihilista.
A partir de entonces su mirada será la del deforme y la del excluido. De ese mismo fango visceral nacerán El grito silencioso y los relatos de Dime cómo sobrevivir a nuestra locura. Las páginas de Oé son para quien se atreva a compartir ese ojo único. El lector no saldrá indemne. Pero de eso se trata.
(La pintura es Garden at Hiroshima, Autumn, de Standish Backus.)
Etiquetas: Hiroshima, Kenzaburo Oé
2 Comments:
A veces me pregunto qué es lo que impulsa a cada quien a escribir, supongo que la explicación es múltiple como lo es el numero de escribientes. Lei a Kenzaburo solo una vez y ya hace años, (que vergonzoso es esto de ir atesorando memoria y haber vivido tan poco).
Comprendi un poco que era lo que empujaba a este japones a escribir como lo hace, al menos entendi que sentiria yo si hiciese lo mismo.
Todo el mundo como Narciso o la bruja de blancanieves espera mirarse en un espejo hermoso. Pero por lo general la realidad nos atormenta con hechos sucios. Oe se mira y observa a todos desde esos hechos como a traves de un charco lleno de lodo.
Conviene o tal vez no, ver la realidad desde alli, digo que no por que desde luego, no nos va a hacer mas felices.
Ahora recuerdo aquel titulo de Garcia Marquez: " cuando yo era feliz e indocumentado". Pero ante esa disyuntiva no hay elección, al menos yo no la tuve.
Nos vemos ga, y escribeme perrete que los emails a mexico salen al mismo precio.
Hola de nuevo, amigo:
Pensé que te habías perdido en el desierto de Sonora o convertido en un grasiento luchador enmascarado. Así que supuse que igual te coporeizabas si hablaba de Kenzaburo, al que tú leíste antes que yo (cuando éramos jóvenes, idiotas y menos felices que ahora).
Prometo escribirte.
Besos y abrazos transoceánicos.
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